“Tengo bajo la ropa un corazón fatigado, un corazón bueno; un corazón que a nadie le haría daño”. Estas palabras las plasmó Francis Crowley en un pedazo de papel que quedó manchado con la sangre que brotaba de su pecho herido mientras él escribía.
La historia es esta: Transcurría la noche del 6 de mayo de 1937 en la ciudad de Nueva York. Un par de policías patrullaban las calles de North Merrick en la costa sur de Long Island, cuando observaron un auto parqueado en una zona apartada y discreta. Pese a que aquel era el lugar de encuentro de parejas jóvenes, quisieron identificar a los ocupantes del vehículo, sin saber lo que ocurriría.
En su interior se encontraban Francis Crowley y su novia, una adolescente de 16 años llamada Helen Walsh. Cuando los policías le pidieron sus documentos a Crowley, este fingió buscarlos y sin mediar palabra sacó un arma y abriendo fuego acabó con la vida del agente Fred Hirsch Jr., e hirió a su compañero Peter Eudyce, antes de darse a la fuga.
Al día siguiente, Crowley se había convertido en el criminal más buscado en Nueva York. Un significativo número de policías lo buscaban por la ciudad interrogando a sus amigos y registrando los lugares que frecuentaba. Los periódicos publicaron amplios artículos y se repartieron cientos de fotografías de Crowley. Este, en compañía de Helen Walsh, habían decidido esconderse hasta que las cosas se calmaran y buscaron refugio en casa de Vera Dunn, una antigua novia de Crowley. Sin embargo, Dunn, al ver a Crowley con su nueva novia, fue presa de los celos, hasta el punto de que reveló su escondite a un periodista quien a su vez informó a la policía.
A partir de ese momento, la ciudad de Nueva York presenció la más sensacional caza de un hombre jamás conocida en la historia de esta metrópoli. Luego de una búsqueda incansable, “Dos Pistolas” Crowley, el pistolero y asesino que no bebía ni fumaba, se vio sorprendido quedando atrapado en el apartamento de su ex-novia en la Avenida West End.
Ciento cincuenta agentes de policía pusieron sitio a su escondite del último piso. Agujereando el techo y lanzando gases lacrimógenos, trataron de obligar a Crowley a que saliera de allí, sin lograrlo. Luego montaron ametralladoras en los edificios vecinos, y durante más de una hora en aquel barrio, uno de los más lujosos de Nueva York, retumbó el tableteo de las ametralladoras y el estampido de los tiros de pistola.
“Es capaz de matar, -dijo-, por cualquier motivo”
Crowley, agazapado tras un sillón bien acolchado, disparaba incesantemente contra la policía. Cientos de curiosos presenciaron la batalla. Nada parecido se había visto jamás en las aceras de Nueva York. Cuando Crowley fue finalmente capturado, el jefe de Policía Mulrooney declaró que el famoso delincuente era uno de los criminales más peligrosos de la historia de Nueva York, “es capaz de matar por cualquier motivo”, dijo.
Pese a lo dicho por el jefe de la policía, “Dos Pistolas” Crowley pensaba lo contrario de sí mismo. Mientras se hacían disparos contra el apartamento donde este se encontraba Crowley mal herido, escribió una carta en la que decía: “A quien corresponda: Tengo bajo la ropa un corazón fatigado, un corazón bueno; un corazón que a nadie le haría daño”1. El que escribió esta nota fue el mismo que un par de días atrás, había asesinado sin mediar palabra a un policía y había dejado a otro medio muerto.
Hablemos de los trastornos
Esta historia que aunque parece sacada del libreto de una película, es un acontecimiento real que nos deja múltiples aprendizajes como quiera que se le mire.
Este caso nos permite identificar los síntomas de algunos trastornos de la personalidad. En primer lugar se debe de hablar de un Trastorno Antisocial de la Personalidad; patología que se caracteriza por la ausencia de discernimiento entre bien y mal, ignorando incluso, los derechos y sentimientos de los demás.
Las personas con trastorno de personalidad antisocial tienden a hostigar, manipular o tratar a los demás con crueldad o indiferencia. No muestran culpa ni remordimiento por su conducta. Se puede evidenciar además, incapacidad para adaptarse a las normas sociales, llevando a cabo incluso, conductas delictivas.
También se puede observar de un Trastorno de la Personalidad Narcisista. Theodore Millon, uno de los mayores estudiosos de la personalidad define los síntomas de este trastorno como: persona arrogante, que se cree superior a los demás y con el derecho de tratarlos con desprecio. Estas personas creen que los demás deberían anticipar cualquiera de sus necesidades, y su egocentrismo les hace indiferentes a los derechos y bienestar del prójimo, al cual, no ven como una persona independiente y única, si no con un valor que solo se relaciona con la utilidad que esa persona ofrezca para satisfacer sus propias necesidades.
“Pero yo no soy tan…”
Los trastornos de la personalidad tiene sus matices. En el caso de Crowley, tanto el trastorno antisocial de la personalidad como el de narcisismo, pueden haber encontrado su máxima expresión. Pero es posible que dichos rasgos se encuentren presentes en las personas sin que se haya notado su presencia.
En particular resulta común encontrar a quienes suelen usar el “yo no soy así…“. Piensan que realmente son buenos seres humanos y que sus actos jamás atentarían contra otra persona. Incluso creen que los malos son los demás, se sienten incomprendidos, llegando a culpar a otros de ser sus “victimarios“, los que siempre los “agreden”. Esto podría ser un síntoma que afiance el estado psicopatológico de la persona.
En este punto podría estar pensando en dejar la lectura de este artículo, porque usted no es un criminal ni en lo más mínimo como Crowley. Se estará diciendo a sí mismo que ninguno de sus actos se pueden comparar con los de Crowley, y le creo, pero ¿si no se tratara de usted sino de alguien que está en su entorno y que se comporta con usted de esta manera?
No piense usted que es mi intención señalarle en manera alguna al respecto de sus relaciones, pero permítame preguntarle, ¿es usted alguien que actúa o se comporta de manera arrogante con otras personas? o ¿conoce usted a alguien que se cree superior a los demás y con el derecho de tratarlos con desprecio? ¿cree usted que los demás deberían anticiparse a suplir cualquiera de sus necesidades? ¿qué tan egocéntrico es usted? ¿es usted indiferente a los derechos y el bienestar de los demás? ¿ve usted a los demás como personas independientes y únicas? o por el contrario ¿las ve a partir de la utilidad que ellas le ofrecen para satisfacer sus necesidades?
El “darse cuenta”
Una de las grandes dificultades del ser humano en lo que respecta a su vinculación consigo mismo y con el otro es el “no darse cuenta”. Inmersos en un mundo ruidoso emocionalmente, las personas de estos tiempos posmodernos, han sido inducidas a perderse de vista a sí mismos porque en su no-consciente, los ronda la idea de que lo mejor es poner las expectativas fuera de sí. Tanto es así que, algunos esperan incluso que por medio de actos mágicos, alguien venga a darle sentido a sus vidas evitando el hacerse cargo de sí mismos.
El reto está en lograr darnos cuenta. Pero ¿qué es el darse cuenta? Por razones de tiempo y espacio no es posible abordar el tema en su magnitud pero puedo decir que según Frank Perls el “darse cuenta”, es tomar consciencia del sí mismo o de la zona interna. Comprende todas aquellas sensaciones, emociones y sentimientos que suceden dentro de nosotros, en nuestro organismo, así como percibir los objetos y acontecimientos del mundo que nos rodea; de todo aquello que está fuera y de lo que ocurre más allá de nuestra piel.
En la psicoterapia Gestal, se parte de la base de que a través del darse cuenta y de las emociones vividas y expresadas en el entorno adecuado, el ser humano recobra su capacidad de ser persona; y que al sentirnos responsables de nuestra propia existencia, la aventura de vivir se convierte en algo maravilloso, creativo y pleno.
¿Por qué las personas no quieren “darse cuenta”?
En ocasiones se siente tal grado de molestia frente a los estado internos que algunos prefieren sumergirse en un mundo de distractores, que permitan perderse de vista a sí mismos y en el que se experimente el “dulce placer” de no tener que saber quien “soy yo“. Como resultado de esto, las personas crean incluso un Alter Ego, “mi Otro Yo”; todo porque no se quiere enfrentar sus propios trastornos, esos que se llevan por años y a los que se está tan acostumbrado que ya se les considera como “normales”.
Hay mucho que decir al respecto de lo importante de observarnos a nosotros mismos, sin embargo lo que puedo hacer finalmente es invitarle a que haga el ejercicio de pensarse y procurar entender de que manera se relaciona usted consigo mismo y con los demás ¿Realmente tiene conciencia usted de como se vincula con las otras personas?
Si usted indaga un poco más sobre la vida de Dos pistolas Crowley, él llegó a pensar que era un benefactor, un hombre de bien, pero sus actos gritaban otra cosas. Siempre resultará importante darnos cuenta de lo que somos y lo que hacemos, frente a nosotros mismos y frente a los demás.
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1Fragmento del libro de Dale Carnegie: Cómo ganar amigos e influir sobre las demás personas (1996). Pg. 10.