Resulta sorprendente encontrar, al atender en consulta, que un importante número de personas están siendo intimidadas por “monstruos” provenientes de su pasado. Algunos de estos “monstruos” son el resultado de una construcción que se hace a partir de ideas irracionales instaladas en lo más profundo de la mente como resultado de afirmaciones negativas durante la primera infancia.
Estos personajes extraños que se llegan a convertir en “amigos” invisibles, han surgido en el cerebro no-consciente a partir de la elaboración de sensaciones y percepciones acumuladas, condicionando a las personas e impidiendo que su desarrollo personal se pueda dar de una manera adecuada.
Jeffrey Young (Reinventa tu vida, 2001), define a estas ideas irracionales como trampas vitales, que impide una vinculación “normal” consigo mismo y con el entorno, y aunque en ocasiones las personas al ver su vida detenida buscan ayuda terapéutica, resulta complejo en el quehacer del psicólogo establecer procesos que generen ajustes en la percepción de dichos esquemas, porque quienes se encuentran afectados por ellos los ven como “amigos”, de los que no se quieren apartar porque ya forman parte de su paisaje mental y emocional; son como el Sullivan o el Wazowski de la película Moster Inc, que de cuando en cuando salen en la noche por la puerta del closet, provenientes de la fábrica de monstruos para alterar la vida de sus “víctimas” y acaban convirtiéndose en un amigo más.
Todo sería muy simple si estos no fueran más que imaginarios en el sentido estricto de la palabra, simples recuerdos. El problema de fondo es que estos “personajes asustadores” del pasado, construidos por uno de los componentes de nuestros procesos psicológicos básicos la percepción, a partir de las palabras, los gestos, las acciones y las enseñanzas que se han “almacenado” en nuestro cerebro, son determinantes a la hora de mirar el presente y el futuro. Esto hace que sea muy importante trabajar en la elaboración de ellos si se quiere alcanzar un adecuado desarrollo personal.
No piense el lector que esto es un invento mío. El profesor de psicología de la universidad de Harvard Daniel Schacter, especialista en memoria y neuropsicología, autor del libro Los 7 pecados de la memoria dice, “…estamos procurando entender cómo se utiliza la memoria para imaginar el futuro o lo que haremos en nuestra vida. Hasta el momento, solíamos pensar en la memoria como algo exclusivamente relacionado con el pasado, pero ahora, teniendo en cuenta nuestras investigaciones más recientes, cada vez nos interesa más el papel de la memoria como algo que nos permite pensar en el futuro con base en lo vivido. Esto es algo que estudiaremos mucho más en lo sucesivo.” (Daniel Schacter, 2008).
Las sensaciones que generan los recuerdos en el aquí y el ahora, hacen que se piense en una u otra dirección al respecto de cómo las personas se ven a sí mismas en el futuro. Esto es sumamente importante, pues da luces al respecto de por qué algunas técnicas basadas en la motivación no funcionan con respecto al cambio de actitud y la forma en que se afronta la vida.
Se podría afirmar entonces que, es necesario cambiar la manera de pensar, para que cambie la manera de vivir; pero esto no se reduce a lo puramente cognitivo, se refiere al hecho de que debemos de trabajar adecuadamente las sensaciones, las percepciones y las emociones asociadas a los recuerdos.
¿Cómo se infiltraron esos monstruos?
Había una madre que no conseguía que su pequeño hijo regresara a casa de jugar antes del anochecer. Para asustarlo le dijo que habían monstruos que salían al camino tan pronto como se ponía el sol. Desde aquel momento, el niño no volvió a retrasarse. Pero cuando este creció, tenía tanto miedo a la oscuridad y a los monstruos, que no había manera de que saliera de noche. Al ver esto su madre le dio un amuleto y lo convenció de que mientras lo llevara consigo, los monstruos no se atreverían a atacarle. Ahora el muchacho salía a la oscuridad bien asido de su amuleto. Su madre había conseguido que, además del miedo que tenía a la oscuridad y a los monstruos, se le uniese el miedo a perder su amuleto.
La pregunta que debería surgir ahora es ¿estoy siendo afectado por mis miedos? o ¿qué de lo que hoy siento que es normal, no lo es, y me tiene sumergido en un mar de dudas y de luchas que no me permiten avanzar? No pierdas de vista el hecho de que el miedo puede ser paralizante.
Esto no significa que todo el miedo que se experimenta es nocivo. Nardone (2007) plantea que el miedo como emoción bio-psicológica no es, por sí mismo, algo patológico; al contrario, es una emoción fundamental para la adaptación de los animales y de los seres humanos en su ambiente. Sin una dosis de miedo no se sobrevive, puesto que ésta es la reacción que nos alerta ante los peligros reales y nos permite afrontar tales situaciones después de haberlas reconocido como peligrosas.
En efecto, la idea que hay que refutar es que un ser humano no puede tener miedo, dado que esto lo volvería un autómata. Sin embargo, como otras reacciones psicofisiológicas, cuando el miedo supera un cierto umbral, algunas personas se bloquean, volviéndose incapaces de reaccionar en forma adecuada al respecto de lo que les está sucediendo.
Por tanto, lo que marca la diferencia entre el miedo como emoción natural útil y el miedo como una patología, es que el primero incrementa nuestra capacidad para manejar la realidad, mientras que el segundo, por el contrario limita e incluso anula esta capacidad, encadenando a la persona en la prisión del pánico.
En lo que respecta al miedo patológico, la amígdala juega un papel protagónico. Situada en la región antero-inferior del lóbulo temporal (Pallares, 2010), actúa como centro automático identificador del peligro. Se relaciona también con el tálamo, el hipotálamo, el núcleo septal, el circuito de la memoria y el área prefrontal. Integra toda esta información y envía impulsos que van a generar una respuesta automática, actuando antes que el lóbulo prefrontal (el lóbulo de la razón), dejando de lado los procesos cognitivos “racionales”.
En la amígdala, se instalan sensaciones (emociones) que ella está en condiciones de procesar mucho más rápido que el lóbulo frontal y el problema es que ella no logra diferenciar entre un peligro real y uno imaginario y puede ocasionar lo que se conoce como secuestro amigdalar (secuestro emocional) acudiendo a los fantasmas del pasado y así logrando incluso que las personas se detengan frente los fantasmas imaginarios del pasado, que la amígdala ve como “monstruos” al acecho.
Si te encuentras enfrentando una situación en la que probablemente te sientes detenido o detenida, debes tener presente que se hace necesario comprender que es lo que te está “deteniendo”; son miedos reales o un simple secuestro emocional por parte de la amígdala.
Somos nuestros pensamientos, nuestras sensaciones, nuestras emociones. Estas son normales y ayudan en la existencia del ser humano, pero lo patológico está en que las ideas irracionales, esas trampas vitales, lleven la vida de las personas a un estado de limitación que les impida el desarrollo integral del ser e incluso les impida vivir una vida de paz y tranquilidad.