En el complejo y prolongado viaje que supone una relación de pareja, convergen dos universos psicológicos distintos. Cada individuo trae consigo una historia personal, un bagaje de experiencias, aprendizajes, y, de forma inevitable, un conjunto de heridas emocionales no resueltas. Estas heridas —ya sean traumas de apego de la infancia, patrones familiares disfuncionales, traiciones pasadas o miedos profundamente arraigados— actúan como un subtexto invisible que moldea las interacciones diarias. Idealmente, la relación de pareja se convierte en un crisol, un espacio de seguridad y confianza donde ambos miembros pueden exponer estas vulnerabilidades y, a través del apoyo mutuo, iniciar un proceso de sanación y crecimiento.
Sin embargo, uno de los desafíos más profundos y desestabilizadores de la convivencia a largo plazo surge cuando se produce una asincronía fundamental en este proceso. Ocurre cuando una de las partes, movida por un malestar creciente o una nueva conciencia, siente la necesidad imperiosa de confrontar y sanar su mundo interior, mientras que la otra se resiste activamente, minimiza la necesidad de dicho trabajo, o simplemente no desea emprender ese viaje introspectivo.
Este escenario no es un simple desacuerdo; es la génesis de un «desequilibrio invisible». Se trata de una fractura sutil pero corrosiva que mina los cimientos mismos de la conexión: la intimidad, la confianza y el proyecto de futuro compartido. Este ensayo explorará la naturaleza de esta asimetría, analizando, desde el prisma de la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) y la Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC), la fenomenología de ambas posturas —el que busca sanar y el que se resiste—. Asimismo, se detallarán las dinámicas relacionales tóxicas que emergen de esta disparidad y se reflexionará sobre el pronóstico de un vínculo marcado por una divergencia tan fundamental en el crecimiento personal.
La Fenomenología del Despertar: El Individuo en Búsqueda de Sanación
El impulso de «sanar» rara vez surge en momentos de comodidad. Suele ser el resultado de un punto de inflexión, un «tocar fondo» personal. Puede manifestarse como un malestar difuso, una ansiedad persistente, episodios depresivos, o, más comúnmente, la dolorosa repetición de los mismos conflictos de pareja. La persona que inicia este camino ha llegado a una conclusión fundamental, un insight cognitivo: el dolor ya no es sostenible y los patrones actuales no son funcionales.
Su motivación es la esperanza: la creencia de que un futuro mejor es posible si se atienden los fantasmas del pasado. Esta persona comienza un viaje activo: devora libros de autoayuda y psicología, busca terapia individual, empieza a meditar, y, crucialmente, intenta aplicar una comunicación más consciente y vulnerable en la relación.
El viaje, sin embargo, se vuelve profundamente solitario y frustrante cuando la pareja no actúa como un aliado, sino como un obstáculo. Cada intento de conversación profunda, cada esfuerzo por conectar desde la vulnerabilidad, es recibido con un muro. Este muro puede ser pasivo (evasivas, distracciones, minimización: «estás exagerando», «eso ya pasó», «eres demasiado sensible») o activo (defensa hostil, contraataque, culpabilización: «¿y tú qué?», «ahora me vas a psicoanalizar»).
La persona que busca sanar se encuentra entonces en una posición paradójica. No solo debe cargar con el considerable peso de su propia introspección —un proceso de por sí arduo y doloroso—, sino que también debe gestionar la incomprensión, la invalidación y la resistencia activa de la persona cuyo apoyo más anhela. Sin quererlo, se le asigna el rol de «paciente», «el complicado» o «el problemático» de la relación. Mientras tanto, la pareja que se resiste se autodefine, por contraste, como «el sano», «el estable» o «el simple», cuando en realidad su estabilidad es mera inmovilidad. Esta dinámica es la primera grieta visible del desequilibrio.
La Arquitectura de la Resistencia: Un Análisis Cognitivo-Conductual
Para comprender por qué alguien se resistiría a un proceso que promete un mayor bienestar, es esencial abandonar el juicio moral y adoptar una perspectiva compasiva basada en los principios cognitivo-conductuales. Es fácil demonizar a la parte que no quiere sanar, pero su resistencia rara vez nace de la malicia. Es, casi universalmente, una armadura forjada por el miedo y mantenida por sistemas de creencias profundamente arraigados.
Desde la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), esta postura se entiende como un conjunto de conductas de evitación (Beck, 2021). La persona no está simplemente evitando una conversación; está evitando activamente las emociones (miedo, vergüenza, tristeza) y los pensamientos dolorosos (cogniciones) que la introspección amenaza con traer a la superficie. Sanar duele. Implica reabrir heridas, confrontar verdades incómodas sobre la propia historia y, lo más difícil, asumir la responsabilidad de los patrones destructivos que uno perpetúa (Dattilio, 2010). Para muchas personas, la evasión ha sido el principal mecanismo de supervivencia aprendido durante décadas.
La Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC), fundada por Albert Ellis, proporciona un marco aún más específico para entender esta arquitectura defensiva. La TREC postula que no son los eventos (A) los que causan nuestras consecuencias emocionales y conductuales (C), sino nuestras creencias (B) sobre esos eventos (Ellis, 2001). La resistencia a sanar está cimentada en un sistema robusto de creencias irracionales (Ellis & Harper, 2003):
- Demandas Absolutistas (o «Deberías»): Son exigencias no realistas sobre uno mismo, los demás y el mundo. En este contexto, la persona resistente puede albergar creencias como: «Mi pareja debe aceptarme tal como soy, sin necesidad de cambiar», «Las relaciones no deberían ser tan complicadas», o «Yo no debería tener que sentir este malestar, es injusto que ella/él me lo provoque al ‘sacar temas'».
- Terribilización (o Catastrofismo): Es la tendencia a exagerar las consecuencias negativas de un evento hasta volverlas insoportables. La introspección se ve como una catástrofe inminente: «Si abro esa caja de Pandora y confronto mi pasado, será terrible, me desmoronaré y no podré soportarlo», «Si hablamos de eso, la relación se destruirá», «Si mi pareja ve quién soy realmente (con mis miedos y defectos), será horrible y me abandonará».
- Baja Tolerancia a la Frustración (BTF): Es la creencia de que no se puede soportar el malestar o la incomodidad. El trabajo terapéutico es, por definición, incómodo. La creencia de BTF se manifiesta como: «El trabajo terapéutico es demasiado difícil y yo no puedo con él. Es mejor no empezar», «Hablar de emociones es insoportable, no lo aguanto». Esta creencia justifica la procrastinación y la evitación.
Bajo este andamiaje cognitivo, la invitación a sanar (un Evento Activador neutro, A) es percibida por la persona resistente como una acusación, un ataque a su identidad o una amenaza existencial (B: creencias irracionales). Su negativa (C: consecuencia conductual) es, por lo tanto, un acto coherente de autoprotección, aunque a la larga sea profundamente contraproducente. Esta persona lucha por mantener la homeostasis de la relación; prefiere un estado de disfunción predecible a la turbulencia y el caos que, en su mente, promete el cambio.
Dinámicas Relacionales Asimétricas: Las Grietas del Desequilibrio
Cuando esta asimetría en el crecimiento se cronifica, el «desequilibrio invisible» cristaliza en una serie de dinámicas tóxicas que erosionan activamente la salud del vínculo.
1. La Sobrecarga del Gestor Emocional
En una relación sana, el trabajo emocional —la gestión de los conflictos, la expresión de afecto, la planificación del futuro, el mantenimiento de la conexión— se comparte. En esta dinámica asimétrica, la persona que busca sanar asume la totalidad de esta carga. Se convierte en el terapeuta no oficial, el mediador, el «sostén emocional» de la pareja y el único motor del crecimiento de la relación.
Esta sobrecarga es agotadora y genera un profundo resentimiento. El «sanador» se siente como un padre o una madre tratando de educar a un niño reacio, lo que infantiliza a la pareja resistente y destruye la mutualidad y la atracción erótica. La relación deja de ser una asociación de iguales para convertirse en una dinámica de dependencia y regresión (Dattilio, 2010).
2. La Ilusión de la Intimidad y la Comunicación Bloqueada
La intimidad verdadera requiere vulnerabilidad. No es solo compartir el espacio físico, sino el espacio mental y emocional. Si uno de los dos se niega a ser vulnerable, a explorar las profundidades o a tolerar el malestar de la autenticidad, la comunicación se atrofia. Se estanca en la logística (quién saca la basura, qué hay para cenar) y en lo superficial (el tiempo, las series de televisión).
Se crea una pseudo-intimidad. Los temas importantes —los miedos, las heridas, las necesidades insatisfechas— se convierten en tabú. El «elefante en la habitación» crece hasta ocupar todo el espacio, y ambos miembros desarrollan estrategias sofisticadas para fingir que no está allí. El resentimiento y la soledad crecen exponencialmente bajo esta superficie de aparente calma.
3. La Brecha del Crecimiento y el Síndrome del «Extraño en Casa»
El crecimiento personal es inevitable para quien se compromete con la sanación. Esta persona comienza a cambiar de formas fundamentales. Expande su conciencia, adquiere un nuevo lenguaje emocional para describir su mundo interno, desarrolla mejores herramientas de comunicación y, crucialmente, eleva sus estándares sobre lo que es una interacción aceptable. Pasa de operar desde creencias irracionales a hacerlo desde creencias más racionales y flexibles.
La otra persona, anclada en sus viejos patrones cognitivos y conductas de evitación, se queda atrás. La brecha entre ellos se ensancha día a día. Lo que antes los unía (quizás incluso sus disfunciones compartidas) ahora solo evidencia su disparidad. El «sanador» empieza a sentirse alienado, como si viviera con un extraño. La persona que amaba parece ahora incapaz de encontrarlo en este nuevo nivel de conciencia. Dejan de «hablar el mismo idioma», y la conexión se vuelve insostenible.
4. El Patrón de Conflicto Incesante: El Modelo A-B-C en Bucle
La relación entra en un ciclo de conflictos repetitivos e irresolubles. Aunque el tema aparente sea el dinero, las tareas del hogar o el tiempo con los amigos, la raíz real es siempre la misma: la herida no sanada y la evitación.
Visto desde la TREC, este ciclo es un modelo A-B-C perfectamente enlazado (Dryden & DiGiuseppe, 2018):
Ciclo del Partner Resistente (B):
- (A) Evento Activador: La pareja que sana (A) dice con calma: «Me gustaría que habláramos de cómo me sentí con tu reacción de ayer».
- (B) Creencias (Beliefs): El partner resistente (B) filtra esto a través de sus creencias irracionales: «Ahí vamos de nuevo, va a empezar un drama (Terribilización). Me va a culpar de todo (Distorsión: Lectura de mente). No debería hacerme esto, solo quiere pelear y arruinar la noche (Demanda)».
- (C) Consecuencias: La reacción emocional es la ira, la ansiedad o el hartazgo. La reacción conductual es la defensiva, la evasión o el ataque: «No sé de qué hablas, todo está bien. Eres tú la que siempre está buscando problemas. Déjalo ya».
Ciclo del Partner Sanador (A):
- (A) Evento Activador: La pareja resistente (B) se cierra, la invalida y se va.
- (B) Creencias (Beliefs): El partner sanador (A) filtra esto a través de sus propias creencias, a menudo también irracionales: «Nunca le importo (Generalización excesiva). Es injusto que yo sea la única que intenta salvar esto (Demanda). Esto es insoportable, no puedo más (Baja Tolerancia a la Frustración)».
- (C) Consecuencias: La reacción emocional es la frustración, la tristeza y la desesperanza. La reacción conductual es el llanto, el reproche o, eventualmente, el silencio y la retirada (una forma de evitación aprendida).
Este bucle se refuerza a sí mismo. Cada uno, operando desde sus propias distorsiones cognitivas, confirma las peores creencias del otro, haciendo que el cambio parezca imposible (Dattilio, 2010).
La Encrucijada de la Coherencia Personal
El deseo de sanar es personal e intransferible. Nadie puede obligar a otro a iniciar ese viaje si no está preparado o dispuesto. Sin embargo, en una relación de pareja, la inmovilidad voluntaria de uno impacta de forma directa y devastadora en el bienestar del otro y en la salud del vínculo.
Una relación puede sobrevivir a crisis externas, a problemas económicos y a desacuerdos, pero difícilmente sobrevive al estancamiento voluntario y a la muerte de la intimidad. El desequilibrio invisible se vuelve, con el tiempo, dolorosamente visible.
Si la persona que se resiste no encuentra, por sí misma, la motivación para al menos cuestionar sus creencias irracionales y enfrentar la conducta de evitación, la persona que está creciendo se enfrentará a la encrucijada más difícil de su vida.
Aquí, la Terapia Racional Emotiva ofrece una última lección crucial. La persona que sana debe aplicar los principios de la TREC a su propia situación. Debe desafiar su creencia irracional más dolorosa: la demanda absolutista de que «Mi pareja debe cambiar y sanar conmigo» (Ellis, 2001). Esta demanda, aunque comprensible, es la fuente de su mayor sufrimiento. Debe trabajar para transformarla en una preferencia racional (Ellis & Harper, 2003): «Preferiría profundamente que mi pareja eligiera este camino conmigo. Sería maravilloso. Pero si no lo hace, es decepcionante y triste, pero no es terrible, y yo puedo soportarlo y tomar mis propias decisiones».
Esta aceptación racional no es resignación; es liberación. Libera a la persona de la lucha inútil de cambiar al otro y le devuelve su poder personal. Desde este lugar de aceptación, solo quedan dos caminos coherentes:
- Aceptar incondicionalmente a la pareja tal como es, con sus limitaciones, su resistencia y la comunicación superficial que ello conlleva. Esto implica un duelo activo por la relación que podría haber sido y la renuncia consciente a la esperanza de que el otro cambie.
- Aceptar que el amor no es suficiente y que la divergencia de caminos es irreconciliable. En este caso, la separación no es un acto de fracaso o de falta de amor, sino un acto supremo de coherencia y amor propio, un reconocimiento de que el propio bienestar y crecimiento exigen un entorno que no se puede encontrar en esa dinámica.
La sanación es, en última instancia, un acto de amor propio. Y, a veces, ese amor propio nos exige tomar decisiones que protejan nuestra integridad, aunque eso signifique seguir creciendo, inevitablemente, solos.
Referencias Bibliográficas
- Beck, J. S. (2021). Cognitive behavior therapy: Basics and beyond (3rd ed.). Guilford Press.
- Dattilio, F. M. (2010). Cognitive-behavioral therapy with couples and families. Guilford Press.
- Dryden, W., & DiGiuseppe, R. (2018). A Primer on Rational Emotive Behavior Therapy. Cognitive Behavioral Therapy Book Reviews.
- Ellis, A. (2001). Feeling better, getting better, staying better: Profound self-help therapy for your emotions. Impact Publishers.
- Ellis, A., & Harper, R. A. (2003). Una nueva guía para una vida racional. Editorial Obelisco.